RETO: 21 DÍAS DUCHÁNDOTE CON AGUA FRÍA

Los espartanos, que eran unos tipos duros, son la inspiración de muchos deportistas de élite, bueno, de los que ganan. El estilo de vida y el ritmo de entrenamiento que llevaban era tan duro que, cuando finalmente iban a la guerra, fin último de su existencia, les parecía estar de vacaciones. No voy a hacer apología de su estilo de vida en general, no la admiro en su conjunto, pero sí de ciertos principios que bien aplicados nos ayudan a ser más fuertes y por lo tanto mejores personas.

Apenas hay documentos escritos de los espartanos, estaban muy ocupados entrenando. Pero sí sabemos que uno de esos principios se resume en el siguiente axioma:

“Aquéllos que sudan más en el entrenamiento y la práctica sangran menos en el campo de batalla.”

Hay muchas versiones posteriores de este principio, pero el original viene de Esparta. Cada uno tendrá que elegir cuál es su batalla y practicar incansablemente para evitar un corte en la yugular. Esto es lo que hacen los deportistas que ganan: entrenan más y más duro que los demás.

Los espartanos no “eran” tipos duros, se “hacían” duros. Los niños eran separados de sus madres a los siete años (siete años… qué curioso) e iniciaban una nueva vida de entrenamiento militar o, más bien, de entrenamiento vital. Vivían en extrema austeridad, con la mínima ropa, durmiendo en el suelo con apenas una especie de esterilla, entrenando durante años bajo una de las estructuras militares más duras que ha visto la Historia y comiendo casi únicamente la infame Melas Zomos, una sopa – por llamarlo de alguna manera, era más bien un engrudo – hecha de manos de cerdo, sangre, sal y vinagre… vamos, como en El Bulli.

El resultado eran ciudadanos (o soldados, en Esparta eran términos casi intercambiables) recios y duros, no mandaban un whatsapp a su supervisor diciendo que no iban a trabajar porque les dolía la cabeza ni lloriqueaban a la mínima.

La fortaleza física y mental no se consigue sólo con determinación, hay que entrenarla. Cuando llegue el momento de comportarse con entereza, no lo vamos a hacer si no nos hemos puesto previamente en situaciones incómodas física y emocionalmente, y ambas cosas van parcialmente de la mano. Adoptar la determinación de no ser un blandengue, o una blandenga, está muy bien, pero el foco de esa determinación debe ser practicar y tomar las acciones necesarias para ser más fuertes, poco a poco. Ponte a propósito en situaciones incómodas, puntualmente prueba por ejemplo a no tomar un analgésico cuando te duela algo, no por masoquismo sino por practicar el autocontrol  y por endurecerte.

Ducharte con agua fría es sin duda otro de los pasos que puedes dar en esa dirección, los beneficios son múltiples. Por un lado la satisfacción de vencer tus impulsos, hacer lo que tú quieras y decidas, no lo que ellos te impongan y la sensación de ser más duro que tus enemigos… Pero es que además los beneficios físicos y para la salud son enormes: fortalece los sistemas cardiovascular, inmunológico y endocrino y ayuda a la recuperación muscular. A todo esto esto añádele el placer de sentirte como Conan El Bárbaro, saliendo en invierno a la calle sin sensación de frío y con el feeling de power que da…

No tiene que ser la ducha completa, puedes ducharte con agua caliente como siempre pero terminar con fría, como mínimo el último minuto. Si es invierno, o tienes mucho camino por andar hasta hacerte un espartano como Dios manda, empieza con agua templada la primera semana y ve enfriando poco a poco, no vaya a ser que te dé algo y tenga noticias de tu abogado.

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