RETO: 21 DÍAS SIN VER LAS NOTICIAS

Imagina a uno de tus antepasados, hace miles de años, cruzando el río Pisuerga a la altura de Venta de Baños, Palencia.

Esto es antes de la revolución agrícola de hace unos diez mil años, cuando todavía no habíamos perdido parte de nuestra dignidad como seres humanos y éramos generalistas y oportunistas en la manera en la interactuábamos con el entorno. Mucho antes de que el trigo, el centeno y otros cereales nos domesticaran a nosotros y consiguieran pasar de ser un hierbajo más, entre otros muchos, a cubrir medio planeta. A nuestra costa.

Digamos que tu antepasado se llama Carlitos, vuelve al campamento con tres compañeros de caza, vienen bromeando y contentos porque el día ha sido bueno. Como es final de verano, el Pisuerga baja con muy poca agua y lo están vadeando sin problema. De repente, ¡rediós! ¡una serpiente entre el fango de la orilla! A Carlitos se le ponen las pulsaciones que ni en el crossfit, subidón de adrenalina y cortisol, pega un bote y en décimas de segundo ya está a cinco metros de la asesina, mirando alrededor por si está acompañada… Pero no, no está acompañada, de hecho no es una serpiente asesina: es un palitroque cubierto de limo.

El episodio ha sido inconsecuente, lo grave sería lo contrario, confundir a una serpiente por un palo. Por eso nuestro cerebro presta diez veces más atención a lo negativo que a lo positivo: era un mecanismo de defensa cuando éramos cazadores y recolectores. No ver a una posible presa escondida detrás de un matorral es una pena, pero no es grave; no ver a una osa con su osezno lo puede ser, y mucho. Inconscientemente vamos buscando lo negativo.

En este mecanismo se basa la industria de la comunicación para vender contenido, centrarse en lo negativo. No es que no sea verdad lo que publican o emiten, que a veces también, es que simplemente no es un reflejo fiel de la realidad, está totalmente distorsionada. La realidad es infinitamente mejor de cómo se nos muestra y de lo que pensamos que es.

Te reto a estar 21 días sin ver las noticias. Tranquilo, que no te salga un sarpullido, no vas a dejar de ser un ciudadano respetable y respetado por ello. Piensa realmente si verlas afecta a tu capacidad para tomar decisiones en tu vida -probablente sí, pero de una manera negativa-. Si realmente ocurre algo importante de lo que te debas enterar, tranquilo que lo harás. Todo lo demás no es más que ruido de fondo, entretenimiento, o peor, estímulos negativos que generan miedo, ansiedad y estrés.

Tómatelo como una purga de limpieza; si después quieres volver a la dieta de calorías vacías y alimentos procesados (incendios, asesinatos y corre-ve-y-diles políticos), adelante. Pero es más que probable que una vez desintoxicado te decantes por otra de productos frescos, sin procesar, sin edulcorantes y sin hormonas añadidas. Cada uno tendrá que encontrar la suya.

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